Cuidados al final de la vida

Todos hemos oído hablar en algún momento o circunstancia de la vida de los cuidados paliativos. Estos consisten en ayudar a las personas que padecen una enfermedad grave, a prevenir o tratar los síntomas y efectos secundarios de la enfermedad y su tratamiento. Estos cuidados se pueden administrar a las pacientes con enfermedades tales como: Cáncer, enfermedad cardíaca, enfermedades pulmonares, Insuficiencia renal, Demencia, VIH/Sida, ELA (esclerosis lateral amiotrofia)

Pero también existen los cuidados al final de la vida que, a diferencia de los paliativos, comienzan después de que se suspende el tratamiento de la enfermedad y cuando es claro que la persona no va a sobrevivir a ella. La atención para pacientes terminales se ofrece normalmente solo cuando se espera que la persona viva 6 meses o menos, y ofrece una atención integral en los aspectos físicos, sociales y espirituales.

Este tipo de cuidados, nació en Inglaterra en el siglo pasado y su fundadora fue la Dra. Cicely Saunders especializada en el tratamiento del dolor en enfermos terminales. Como resultado de sus investigaciones desarrolló la “Teoría del Dolor Total” mediante el cual comprobó que el dolor que experimenta un paciente en fase terminal va más allá del dolor físico y, quien le cuida, debe tener en cuenta igualmente aspectos sociales, emocionales o espirituales: “La experiencia total del paciente comprende la ansiedad, la depresión y el miedo; la preocupación por la pena que afligirá a su familia; y a menudo la necesidad de encontrar un sentido a la situación, una realidad más profunda en la que confiar”.

La Dra. Saunders inició el movimiento “Hospice” que consistía en un sitio especializado para atender los pacientes terminales que se extendió por todo el mundo.

Casi simultáneamente, la enfermera y posteriormente médica tanatologa suiza Elizabeth Küble Rosse, también desarrolló su teoría de la importancia de preparar a los enfermos terminales y sus familiares para el trance de la muerte. Al realizar sus prácticas en Psiquiatría en Nueva York, pudo comprobar que era fundamental acompañar a los moribundos durante todo el proceso, hablar con ellos, escucharlos para así ayudarles a aliviar el sufrimiento y disminuir la angustia, pero a diferencia de la Dra. Saunders señaló que para los pacientes terminales el ambiente ideal para morir era en la casa rodeados de los seres queridos y no en el ambiente frio y a veces hostil de los hospitales.

En donde las dos profesionales coincidieron, fue en la importancia del acompañamiento y el amor compasivo que se debe brindar a los pacientes incurables. La compasión es ver a la otra persona como si fuera yo; con los mismos deseos que yo tengo de felicidad, de amor, de hacer planes de vida, y con temores.

Los cuidadores formales y no formales deben prepararse adecuadamente y preocuparse por conocer en qué consisten los programas de “Cuidados al final de la vida” con el fin de poder garantizar a su paciente una calidad de vida hasta el último instante y proporcionar la atención compasiva que merece todo ser humano, integrando a la vez a la familia en todo el proceso para la correcta planificación y toma de decisiones.

Algunos principios básicos a seguir en la prestación de estos cuidados al final de la vida son:

1. Verificar muy detalladamente la situación del enfermo, cuál es su diagnóstico, pronóstico, necesidades y problemas.

2. Verificar el ambiente en el que se encuentra el paciente, los recursos físicos y personales con los que cuenta.

3. Planificar su cuidado: aseo, alimentación, visitas.

4. Asegurarse que el paciente se sienta tan bien como sea posible y que pueda disfrutar de la presencia de sus familiares y amigos.

5. Buscar la información adecuada para poder estar preparados cuando se aproxime la muerte ya que son momentos muy intensos emocionalmente para la familia y el cuidador, principalmente si este último es cercano al paciente.

6. Cuidar y atender al paciente con amor y desarrollar la compresión para poder acompañarla, escucharla y comunicarse con ella, siempre bajo una presencia compasiva no de lástima sino de consideración al sufrimiento emocional y físico que vive esa persona.

La actitud compasiva y de respeto aplicada al final de la vida, proporciona mucha satisfacción y se constituye un protector en el cansancio emocional que sufren los cuidadores, cuidando las personas terminales al final de la vida, ya que les genera fortaleza. Es una herramienta que se debe brindar al final como gestor de cambio de existencia y de humanización de los cuidados paliativos y así todos podemos ofrecer este cuidado con fuerza con compromiso y dedicación.

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  • Cicely Saunders, libro Biográfico.

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